Es uno de los escritores fundantes de la Literatura universal. A tal punto que el destacado crítico Harold Bloom lo ubica al lado de William Shakespeare y de Miguel de Cervantes. Y tal vez tenga toda la razón: Edgar Allan Poe (1809-1849) es uno de los maestros del relato corto. Y su obra, monumental y estremecedora, se mantiene tan vigente como hace más de dos siglos.
Se cumplen 170 años de la publicación de uno de sus cuentos más famosos: “La carta robada”. Y este aniversario viene como anillo al dedo para recordar la trágica historia de amor entre este escritor que poseía -según T.S. Eliot- “la magia del verso exacto” y Virginia Clemm, la destinataria de ese cuento, hoy famoso, quien -además- era su prima hermana.
El enigma inicial
Poe y Clemm se conocieron en 1829. Él tenía veinte años y ella siete. Sus familias vivieron juntos por algún tiempo, período en la que Poe vivió un romance platónico con una vecina llamada Mary Devereaux. La pequeña Virginia era la encargada de transportar mensajes y cartas entre los amantes; incluso se dice que en una ocasión la niña tuvo la osadía de arrancarle un mechón de pelo a Mary, con la intención de llevárselo como trofeo a su primo. Virgina lo idolatraba.
Obligado por presiones económicas, Poe abandonó la casa de su prima en 1835 y se trasladó a Richmond, donde consiguió empleo como redactor en el Southern Literary Messenger. Por entonces ya concebía la arriesgada y oprobiosa idea de casarse con Virginia, pero uno de sus primos, Neilson Poe, se llevó a la joven a su casa, evitando un matrimonio prematuro.
La lucidez epistolar del poeta, sumada a la prosperidad financiera en el Southern arruinaron los planes de Neilson. En mayo de 1836 la pareja contrajo matrimonio legalmente (ceremonia que requirió la falsificación del acta de nacimiento de la joven) aunque se cree que en septiembre de 1835 ya se habían casado en secreto. Ella tenía 13 años y Poe 27. Ambos contaban con la venia de su tía, quien también idolatraba al escritor.
Todos los biógrafos coinciden en que Poe y Virginia fueron una pareja feliz. Él amaba la ternura de ella, y ella lo adoraba como a un dios. La joven solía sentarse cerca del poeta cuando este escribía, y mantenía sus papeles y útiles en perfecto orden. Recién a los 23 años Virginia se animó a escribirle un breve poema a su marido, fechado en el día de San Valentín de 1846.
La tragedia
Pero la felicidad de la pareja no duraría mucho. En mayo de ese mismo año venturoso (1846) comenzaron a manifestarse en Virginia algunos síntomas inquietantes. Su apetito se volvió irregular, sus mejillas se pusieron rojas, su pulso se hizo inestable, comenzó a sufrir fiebres repentinas, sudores nocturnos, dolores en el pecho, y lo peor: esputos sanguinolentos. Tal como había sucedido con la madre de Edgar, Eliza Poe, Virginia había contraído tuberculosis y, por ese tiempo, ya cursaba la fase terminal.
Poe se encontraba desempleado y sus cuentos no se vendían como él esperaba. Sumido en la pobreza, recibió la ayuda de algunos amigos cercanos. Los periódicos se hicieron eco del drama familiar. El Saturday Evening Post tituló: “¡Dios nos asista! ¿Es posible que los aficionados a la literatura de la Unión dejen al pobre Poe morir de inanición?”.
El final
Agonizante, Virginia le hizo prometer a su madre que cuidaría de Poe en su ausencia, cosa que la anciana cumplió con toda rigurosidad. El amor de Virginia era tan intenso, tan puro y natural, que hasta en su lecho de muerte, cubierta por el viejo sobretodo militar del poeta, entrelazó la mano de Poe con la de Mary Starr, una antigua amiga suya, y la conminó a “ser una amiga para el escritor, y le pidió que no jamás lo abandone.
Virginia Clemm murió el 30 de enero de 1847. Poe se rehusó a ver a su esposa en el féretro, y declaró que quería conservar en su memoria el recuerdo de su rostro lleno de vida. Curiosamente, sólo se conserva un retrato de Virginia, una acuarela pintada apresuradamente, y para la cual el artista debió utilizar su cadáver como modelo. De este modo extraño, Edgar Allan Poe, que se negó a ver directamente el rostro de su esposa muerta, observó una y mil veces sus facciones yertas sobre aquel lienzo barato.
La muerte de Virginia fue para Poe, el principio del fin. Proclive a la bebida desde muy joven (se decía que una copa de whisky lo ponía eufórico, pero dos copas lo perdían por completo), Poe se sumió en una depresión de la que nunca saldría del todo. Cuentan sus biógrafos, que la gente solía verlo vagando en torno a la tumba de Virginia, ebrio, lunático y totalmente fuera de sí.
Dos años después el poeta murió en circunstancias poco claras, abandonado, solo, y hundido en la pobreza más abyecta. Hasta hoy, su muerte sigue siendo uno de los misterios más insondables de la historia de la Literatura. Algunos sostienen que fue objeto de un secuestro, otros, que fue asesinado. Sin embargo, cuatro días antes de su muerte, el 3 de octubre, Poe fue encontrado en las calles de Baltimore, en un estado delirante y luciendo harapos. Según Joseph Walker, la persona que lo encontró, el escritor estaba “muy angustiado, y necesitado de ayuda inmediata”. Fue llevado al hospital universitario de Washington, donde murió el domingo 7 de octubre. En ningún momento tuvo la lucidez necesaria para explicar de forma coherente cómo había llegado a dicho estado.
La trascendencia
En 1875, uno de los primeros biógrafos de Poe, William Gill, rescató los huesos de Virginia y los colocó en un cofre. Veintisiete años después aseguró en el Boston Herald que el sacerdote del cementerio de Fordham estaba a punto de deshacerse de los huesos, argumentando que nadie los había reclamado. Los lectores de aquel artículo reunieron fondos para comprar un pequeño cofre de plata y oro, donde se ubicaron los restos de Virginia, que posteriormente fueron enterrados junto a la tumba del poeta.
Pero quizás el mejor testimonio de la historia de amor entre Edgar Allan Poe y Virginia Clemm se encuentre en la obra misma del poeta. En “Annabel Lee”, poe ejemplo, menciona la trágica muerte de una doncella y el dolor de su amante. “Ulalume”, también es un homenaje a Virginia, al igual que “Lenore” y el famoso poema “El cuervo” (The Raven), donde un espectro demoníaco tortura incesantemente a un hombre con aquel implacable “Nunca más”.
La corrección final
Pero no sólo en la poesía queda reflejado el amor entre Poe y Virginia. El cuento “Eleonora” narra la historia de un hombre a punto de contraer matrimonio con su prima; “La caja oblonga” expone el lamento de un hombre tras la muerte de su esposa mientras lleva su cadáver en un barco; y “Ligeia” detalla los estragos de una dilatada enfermedad en el cuerpo y el rostro de una joven hermosa.
Pocos meses antes de morir, presa del alcoholismo y una fuerte adicción de la morfina, Poe tomó el manuscrito de su primer cuento publicado, “Metzengerstein”, y corrigió una línea que lo había obsesionado tras la muerte de su esposa. Las ediciones posteriores, acaso por respeto, conservaron esta corrección, ya que en el original podía leerse una terrible profecía:
“Desearía que todo lo que amo pereciese de esta suave enfermedad”.