Es la única manera de poder llorar. Con sangre de la sangre de cientos de víctimas inocentes.
Llevo más de medio siglo en este mundo sumergido en las sombras, a la luz de pegajosas velas y finos candelabros. Puedo huir a la velocidad del viento, porque es lo que mejor sé hacer...huir. Esconderme de toda sospecha, alma mohosa, de aquí para allá como un escarabajo ciego, oscuro, ocultando su lado más vulnerable.
Pero quien puede comprender que estoy cansado? Hastiado de enfrentar el rostro aterrado de los muertos, gestos macabros grabados en mi retina. Mejillas blancas, muecas grises del último suspiro.
Niebla, espejos cubiertos, cruces de sal, agua bendita apuntando mi cruel existencia, como la estaca de tu condena.
No temas, aquí estoy para que de una vez por todas, pongas fin a mi tormento y al de los que me temen. No tomaré recaudo...Permaneceré inmóvil simplemente llorando y suplicándote que termines de una vez por todas con mi muerte en vida. Apunta mi desgraciado corazón, vamos, pon tu arma sobre mi pecho y dispara...La pata de tu bala, nos salvará a los dos.
Rita Mercedes Chio
(Argentina)