Me despertó el grito desesperado de una mujer y corrí hacia la ventana que da al patio trasero. Apenas la luna alumbraba las siluetas de los arbustos, resecos y mustios. Entonces, fue ahí que, entre las sombras movedizas de la noche, una figura se alejaba agazapada y silenciosa.
Los gritos eran cada vez más aterradores y desesperados. Se encendió una luz en la casa continua a la mía y en el medio del jardín, mi anciana vecina, suplicaba por ayuda.
Mi cuerpo paralizado por el pánico, se enfriaba contra los vidrios del ventanal, temblaba, no podía emitir sonido alguno y caí al suelo.
A las pocas horas, desperté entumecida y enferma. La ambulancia estaba retirando el cuerpo del recién fallecido, mientras yo bebía un té con miel.
Había visto a la muerte? Podría haber hecho algo?. Nunca lo sabré...Pero a la muerte no se la enfrenta, ni se le mira a la cara. Solo la oscuridad y el viento sabrán qué fue aquello que presencié. El pobre viejo que podaba mis ramas, ya no está más. Mañana llamaré a otro jardinero para que quite todos los matorrales del fondo. No deseo que la muerte vuelva a esconderse en los fondos de mi casa.
Rita Mercedes Chio
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