Apañado entre rejas y no me olvides
qué dirá ese rostro, de tanto decir…
El vidrio quebrado, astillas o espinas
que ahora en sepia, no puede morir.
Lágrimas del cielo, la espalda del ángel
cultivando mohos y resolanas
se inclina hasta rozar el fino dosel
que cubre la pena de todas las almas.
Sonrisa desde el pasado que no contagia
que se esfuma, aprisionada en el retrato
llora el cielo aquellos amaneceres
como lloran las sombras, mis breves pasos.
Tanto silencio sobre el sepulcro
tantos mármoles sobre tallados
no hay cincel más doloroso
que aquel que te nombra, aun callando.
Rita Mercedes Chio