La cuestión la responde Jeffrey Goldstein, profesor de psicología social y psicología organizacional de la Universidad de Utrecht en el libro Why We Watch: The Attractions of Violent Entertainment, que sería algo así como Por qué vemos: Las Atracciones del Entretenimiento Violento.
En el mismo, Goldstein explica tautológicamente que la razón por la que los seres humanos acuden a ver películas de terror y/o horror es justamente por el terror en sí mismo. Señala algo que suena bastante obvio: la gente acude a ver películas de terror porque quieren sentir miedo, quieren sentirse asustados y que, de lo contrario, no lo harían dos veces.
Satisfaciendo nuestros instintos más básicos
Hablar de gustos retorcidos y una simple atracción por la sangre, el gore, el asesinato o el misterio, es demasiado superficial como para encontrar una verdadera respuesta a nuestra pregunta. De hecho, así lo aseguran los expertos, quienes aseguran que más que una atracción, es un deseo: el deseo por satisfacer algunas de nuestras necesidades e instintos más básicos.
El público promedio que acude a ver estas películas son hombres de entre quince y cuarenta y cinco años de edad y según Goldstein, su objetivo cuando van al cine a ver este tipo de películas es sentir el instinto correr por sus cuerpos, algo así como una vuelta al comportamiento primitivo, animal. En este caso, la amenaza y la adrenalina de enfrentar situaciones límite.
Incomprensible para algunos, de lo más natural para otros, hay gente que realmente lo disfruta, y las razones psicológicas para ello están bien guardadas en nuestra marca animalesca. Películas del género, como podrían ser El juego del miedo, La masacre de Texas o por ejemplo la reciente remake de Posesión infernal, habitualmente nos plantean un escenario poco esperanzador, extremo y tremendamente hostil, en donde los personajes deben valerse de sus más básicos instintos de supervivencia. Esta es por ejemplo la clave del gran cine dezombies, tan popular en nuestros días.
Esas situaciones producen ciertos efectos a nivel cerebral y cognitivo que lleva al espectador a transitar emociones de diversa índole, en algunos casos, volviéndose algo muy intenso, que como si de una droga se tratase, quiere volver a experimentar aunque tenga sentimientos encontrados.