"- Ese negro pájaro que merodea mi casa, lleva días posado sobre las ramas y no deja de mirarme. No sé cuando duerme...Nada logra quitarlo de ahí. Ni siquiera creo que se esté alimentando.
Será un presagio del más allá o un mero ave a la espera de su presa preferida.
- Cuidado mujer...Pensar livianamente o distraerse, puede resultar fatal. No es un ave cualquiera...Sus ojos rojizos, el azabache plumaje que lo hace brillar en la oscuridad, la serenidad de sus movimientos, es su arma y su incógnita. Yo no estaría tranquila ni por un segundo. La muerte suele camuflarse a su gusto y no escatima en misterios, tiempo y disfrute."
La mujer sonrió descreída y entró con su carga de leños, en la vieja casa de adobe. El humo de la chimenea era escaso y afuera, un viento frío arremolinaba hojas secas en la puerta de madera.
La vecina también se marchó a paso lento, por un sendero estrecho y arbolado que conducía a su lejana morada.
Giró una sola vez para volver a ver el oscuro pájaro. Con gran sorpresa lo vió remontar vuelo y posarse en la ventana de su apreciada amiga. Dudó qué hacer. Lo pensó unos instantes y prefirió seguir su camino.
A los tres días, con algo de remordimiento, regresó a la humilde casa de la mujer que vivía sola. A medida que se acercaba, notó que no salía humo de la chimenea, los perros ladraban enloquecidos, las aves deambulaban por terrenos linderos.
Espió por todos los ventanales, golpeó la puerta, la llamó por su nombre, pero nada...
Con horror descubrió a la vera del aljibe, el cuerpo de su amiga tendida boca arriba. Sus ojos habían sido quitados, la sangre reseca había oscurecido su rostro y sus prendas. Tenía los brazos rasguñados, el cabello revuelto y un par de plumas negras en las manos.
Rita Mercedes Chio
Derechos reservados.
Será un presagio del más allá o un mero ave a la espera de su presa preferida.
- Cuidado mujer...Pensar livianamente o distraerse, puede resultar fatal. No es un ave cualquiera...Sus ojos rojizos, el azabache plumaje que lo hace brillar en la oscuridad, la serenidad de sus movimientos, es su arma y su incógnita. Yo no estaría tranquila ni por un segundo. La muerte suele camuflarse a su gusto y no escatima en misterios, tiempo y disfrute."
La mujer sonrió descreída y entró con su carga de leños, en la vieja casa de adobe. El humo de la chimenea era escaso y afuera, un viento frío arremolinaba hojas secas en la puerta de madera.
La vecina también se marchó a paso lento, por un sendero estrecho y arbolado que conducía a su lejana morada.
Giró una sola vez para volver a ver el oscuro pájaro. Con gran sorpresa lo vió remontar vuelo y posarse en la ventana de su apreciada amiga. Dudó qué hacer. Lo pensó unos instantes y prefirió seguir su camino.
A los tres días, con algo de remordimiento, regresó a la humilde casa de la mujer que vivía sola. A medida que se acercaba, notó que no salía humo de la chimenea, los perros ladraban enloquecidos, las aves deambulaban por terrenos linderos.
Espió por todos los ventanales, golpeó la puerta, la llamó por su nombre, pero nada...
Con horror descubrió a la vera del aljibe, el cuerpo de su amiga tendida boca arriba. Sus ojos habían sido quitados, la sangre reseca había oscurecido su rostro y sus prendas. Tenía los brazos rasguñados, el cabello revuelto y un par de plumas negras en las manos.
Rita Mercedes Chio
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