A finales del siglo XIX, principios del XX y por macabro que pueda parecernos ahora, existía la costumbre de retratar a los seres queridos que habían fallecido como si todavía estuvieran vivos. Se les colocaba con sus mejores ropas y se les fotografiaba como si estuvieran durmiendo. Esto se hacia para que la familia pudiera recordarlos como en vida.
La fotógrafa en aquella época era un gasto muy elevado por lo tanto se reservaban estas fotografías para los fallecidos antes incluso que a los vivos.
La fotografía mortuoria era mucho más común en aquella epoca que la de los nacimientos, bodas o vacaciones. Ya con la llegada del siglo XX, bajó la mortalidad infantil (que era de un 30% a 50% ) y la fotografía se abarato llegando ya a todas las clases sociales. Ahora las familias preferían tener recuerdos de sus momentos más felices, y aquella practica fue cayendo cada vez más en desuso.