Atenea, diosa de la pureza y castidad entre otras cosas, se ve terriblemente ofendida y castiga a Medusa pues simbolizaba todo lo contrario a ella...deseo...carnalidad...voluptuosidad.
Los cabellos de la joven se vuelven serpientes, sus ojos de una intensidad tal que si los miras fijamente, te vuelves de piedra. Medusa se había transformado en un monstruo pero aún se hacía valer por su andar provocador y sensual que hipnotizaba casi tanto como su mirada.
Atenea, viendo que su castigo no había tomado los tintes que ella esperaba, envió al valeroso Perseo a que cortara esa inmunda cabeza. Éste, muy inteligentemente, usó su escudo a modo de espejo para que Medusa se reflejara en él y de este modo pudiera vencerla y entregarla a la diosa.