Cierta confusión se apoderó de mí, dejando en mi mente, espacios libres de recuerdos. Al salir del hospital, aun me pareció oír los aullidos de las sirenas, ambulancias y patrulleros muy cerca de mi persona, aunque no los vi. Caminé silente, sin dolor alguno, algo de prisa, las 6 oscuras calles hasta mi casa, apenas iluminada por el viejo farol del porche. No recuerdo cómo entré, ni quién había cortado el gas, tampoco atiné a revisar las decenas de mensajes que titilaban rojos en el contestador automático. Sentí algo de frío, un olor extraño a humedad, semejante al aroma que emanan las hojas caídas de los árboles, luego de una noche de intenso rocío.
Amaneció muy pronto…demasiado pronto para mi gusto ya que ni siquiera, había intentado dormir. La casa estaba vacía, sin mi hermana, los niños y el perro pastor que había adoptado hacía tres meses. Por momentos, la confusión aumentaba cuando revisé los placares y los encontré casi vacíos, revueltos, perchas desnudas y sin maletas. Tampoco estaba el auto, la carpa, y las blancas reposeras que guardábamos en el garaje.
Salí a la entrada de la casa y me senté en los escalones de madera.
Vi a don Eugenio cruzarse de vereda, pararse frente a mí, dejar un ramillete de flores en el suelo y marcharse sin responder a mi saludo. Caramba con el anciano, pensé…primero sordo y ahora ciego?.
El reloj de pared hizo sonar 8 campanadas, más intensas que nunca. De cada casa iban saliendo uno a uno sus moradores, encendían los autos, emprendiendo la rutina cotidiana, marchaban sin dejar de mirar hacia donde yo estaba. Pensarán que estoy loca? Sentada a estas horas en el umbral de la puerta. Lo más raro e inexplicable, porque éramos amigas, Letizia no atinó ni siquiera a mirarme. Salió corriendo hacia la avenida, vestida de negro, muy habitual en ella, pero sollozando con las manos sobre su cara. La llamé varias veces, grité y nada…”Otra pelea con el marido” supuse.
El teléfono no dejaba de sonar y al fin me decidí atenderlo. Los que me conocen saben que hasta el medio día, es más que imposible que responda. Al incorporarme, Luisito el diarero, arroja con fuerza el periódico que cae a mis pies. Lo saludo pero ya se marchaba, no giró para verme. Tomo el diario, entro, levanto el tubo del teléfono y nadie me responde. Bromas tan temprano? No tendrá otra cosa que hacer la gente? Qué falta de respeto! Y es ahí, cuando veo en primera plana un siniestro título en color grana: Familia completa, muere en accidente de tránsito. Como subtítulo: ( San Isidro) Choque frontal con un micro de larga distancia. Y sigo leyendo…impregnada de ese olor tan particular que antes mencioné. Niebla, tierra mojada, hojas en descomposición.
Los nombres de mis seres amados estaban allí y también el mío.
Estoy muerta. Acabo de enterarme que estoy muerta desde hace más de 10hs.
Rita Mercedes Chio