Llueve dentro de mí. Como arañas carnívoras, la muerte se desliza en busca de su víctima número 13. Doce cruces a la vera del camino, blancas muecas a la luz de los rayos. Siento frío, transpiro, me aferro al volante sin dejar de acelerar y fijo la mirada en el horizonte, oscura línea que nada promete.
Los vidrios se empañan aun así. Qué es lo que no puede detenerme? Qué es lo que me paraliza en acción, consciente, enajenada como bajo hipnosis...El olor de la tierra mojada se mezcla con el ácido aroma de mi sudor.
En línea recta voy a los brazos de un rugido sobrenatural. Cierro los ojos, no puedo abrirlos, no puedo abrirlos...
El obrero municipal acaba de enterrar con una maza, una provisoria cruz de madera a la altura del km 666 de la ruta nacional que une Marinas con Cañares. El sol atrajo pequeñas aves negras, oscuras mariposas, roedores hambrientos.
Nadie reclama mi cuerpo. Absolutamente nadie.
El obrero municipal acaba de enterrar con una maza, una provisoria cruz de madera a la altura del km 666 de la ruta nacional que une Marinas con Cañares. El sol atrajo pequeñas aves negras, oscuras mariposas, roedores hambrientos.
Nadie reclama mi cuerpo. Absolutamente nadie.
Rita Mercedes Chio