sábado, 31 de octubre de 2015

NO LO HAGAS NUNCA....



Mi pasión por los cementerios, muchas veces manifestada, continúa intacta y está llena de recuerdos que se remontan a mi primera infancia.

Aunque recién ahora puedo comprender que es un sacrilegio tocar los restos de una persona fallecida, en tiempos lejanos, he incurrido en ello.

No más de 12 años de edad tendría yo por aquel entonces, cuando alejándome de cortejo fúnebre, ingreso a una bóveda abandonada.

Todo olía a humedad, no había restos de flores, ni carpetas blancas...Solo unos estantes llenos de polvo y una urna con huesos.

Abrí la puerta de rejas, sin vidrios ni candado y entré en el frío ambiente de la soledad más perturbadora que alguien pueda imaginar. Lentamente fui levantando la tapa de la pequeña caja, hasta ver por completo un montón de fósiles encimados, blanquecinos y limpios. Tomé un fémur, eso creo, y lo dejé asomando de la vetusta urna.

Han pasado muchos, muchos años y siento muchísima culpa por aquel hecho. De poder hacerlo, regresaría a dejar las cosas como estaban...Pero estoy demasiado lejos en tiempo y en espacio, para corregir lo que por entonces, era una mera travesura.

Recuerden, nunca se debe ultrajar una tumba. Puede que mi error esté perdonado, pero nunca olvido lo que hice una tarde de invierno, en el viejo cementerio del pueblo que me vio nacer. 

La muerte tiene sus códigos, la religión se ha encargado de aclararnos esto y no cabe dudas, que tarde o temprano, se aprende.