Por más de dos décadas, la casa permaneció cerrada, hasta que surgió un heredero y decidió venderla.
Estaba bien conservada, aunque un poco desprolijos los jardines y trepadoras que ya habían invadido sus puertas y ventanas. Aún así, podía admirarse la notable belleza de su arquitectura.
- Ni muy cara, ni regalada - Opinó el vendedor inmobiliario - No hay que levantar sospecha...
No había persona en la aldea, que no supiera su historia...Macabra historia que se había convertido en leyenda y espantado a cualquier comprador que quisiera poseerla.
Su última propietaria, una anciana no vidente, luego de varios días de ausencia entre los pobladores, apareció ahorcada, colgando de la rama más alta de un viejo roble. Los investigadores, nunca pudieron demostrar sus hipótesis de asesinato y el tiempo, que todo lo archiva, dejó pasar muchas y repetidas conjeturas de boca en boca.
Claro está que una persona ciega y de avanzada edad, no podría haber cometido sola, semejante hecho.
Desde San Francisco, llegó a la inmobiliaria una joven pareja con dos niñas, en busca de algo cómodo que les permitiera vivir con los padres de ella y alguna mucama o niñeras.
- Es ideal - Repetía en hombre de bienes raíces - Por dentro está impecable.
El matrimonio concretó la compra y regresó a la semana para tomar posesión del inmueble.
Una vez en él, al poco tiempo, la mansión lucía radiante, despejada y con ese toque de alegría que los niños y las mascotas, dejan en todos los rincones.
Pero...a los pocos meses de habitarla, una noche de tormenta, truenos y poderosos relámpagos, los perros comenzaron a ladrar con desgarro y el viento abrió algunos de sus ventanales que daban al patio trasero. La feliz dueña corrió a cerrar los postigos uno a uno, hasta que la luz de un rayo, iluminó el viejo roble agitado por la ventisca y con horror, vio el cuerpo de la antigua dueña, meciéndose bajo el agua. La imágen no se iba...La tenebrosa imagen persistía ante sus gritos y ojos aterrados.
Se le sumó el resto de la familia y todos, absolutamente todos, vieron lo mismo.
Pánico, decepción, miedo...
Al día siguiente, ya estaban al tanto de lo acontecido en aquella casa tiempo atrás y reclamaron en la inmobiliaria, sin éxito alguno.
Visitaron al único sacerdote de la zona quien los acompañó hasta la mansión. Aquel hombre, solo llevaba un mes en el pequeño pueblo, ajeno a los rumores de apariciones.
Llamó y habló por más de dos horas con la policía del condado y una vez al tanto de todo, con su biblia y una cruz de plata, se arrodilló frente al árbol, oró y bendijo. Más oscuro el cielo que nunca, otra vez la tormenta cayó sobre él. Otra vez el atardecer y los relámpagos.
Dentro de la casa, todos juntos rezaban y temblaban sin dejar de mirar. Una vez más la anciana colgando de la rama más robusta, una soga chirriante y los ladridos de los perros.
El sacerdote continuó orando y leyendo la Santa Biblia. Luego tomó un bidón de nafta y roció el roble todo lo que pudo. Lo incendió y retrocedió, sudando, a pesar del frío.
El fuego se extendió rápido por el viento, tomando su tronco, follaje y abrazando la silueta de la difunta. Un aullido desgarrador recorrió el barrio, los montes y hasta el río.
Nada quedaba de aquella escena.
Al mes la casa volvía a estar vacía...Pero nunca hubo quién quisiera poner a prueba el exorcismo realizado aquella noche.
Sigue vigente el cartel de venta...Ahora es motivo turístico, visitas a la casa embrujada, apuestas a quién se atreve a pasar una jornada en ella... Y los días de tormenta, no se acerca ni el diablo, aunque nunca más, alguien a comentado ver a la anciana ahorcada.
Rita Mercedes Chio
(D. Reservados)