jueves, 31 de julio de 2014

LA MUÑECA DE TRAPO (Caso real)

                                                                

A pesar que la casa había estado cerrada por más de 60 años, por dentro lucía radiante, fresca y colorida. El lago estaba a escasos 50 metros, del otro lado de la ruta. Al tercer día de haberme mudado y aun sin desempacar las cosas menos necesarias, subo al altillo por una estrecha escalera de maderas pintadas de blanco. Cajas, viejos baúles con revistas amarillentas, una bicicleta desarmada, una cuna rota y una muñeca de trapo. Sin pensarlo dos veces, fui bajándolos uno a uno, hasta dejarlos a un costado de la calle, a la espera del recolector. 

Luego de la cena, en el silencio más profundo de la noche, me recorté sobre un sillón de brocato a mirar mi serie favorita. Cada tanto se oía el motor de los vehículos que transitaban la zona y algún que otro grillo lejano. 
Me despertó el llanto desgarrado de un niño pasada la media noche. Miré por las ventanas, me asomé al pórtico y no podía comprender. El vecino más cercano, estaba a una milla y el llanto infantil retumbaba dentro de la casa. Entré en pánico apretando mis oídos con las manos, pero todo era inútil. Llamé a la policía y en escasos minutos corrí temblando a su encuentro. El teniente Martínez y su compañero, luego de escuchar mi relato, se miraron y menearon la cabeza intentando no sonreír. Yo seguía escuchando el llanto, ellos no..."No estoy loca" insistí "Lo estoy escuchando". Dejaron una tarjeta sobre la mesa y se retiraron más que de prisa.  Salí detrás de ellos hasta verlos desaparecer y quedé bajo la luz de la luna, parada ante el montículo de trastos que había desechado. 
Un impulso repentino hizo que tomara la muñeca de trapo e ingresara a la casa con ella. El llanto había desaparecido. 

Seis meses después de muchas averiguaciones, preguntas, el recelo de la gente, respuestas huidizas y escuetas, supe el porqué, en tanto tiempo, nadie quería comprar esa propiedad y las leyendas que se creaban en torno a la vivienda. La familia Helguera la había abandonado tras la muerte súbita de su pequeña hija Clara, en el día de su cumpleaños. La muñeca había sido un regalo sus padres y aquella noche, la niña de 7 años, durmió abrazada a su juguete, para no despertar nunca jamás 

No creas que siento miedo, temor o angustia...ahora esa muñeca (Clarita) es parte de mi vida y no he vuelto a escuchar llanto alguno. Tampoco he divulgado, lo sucedido aquella noche...La vida y la muerte, tienen encantadores secretos. O no?    


Rita Mercedes Chio
D. Reservados - Argentina