domingo, 1 de marzo de 2015

LA DAMA DE NEGRO - LEYENDA



Una noche, el padre Agustín Aparicio iba a una reunión con amigos para jugar a las cartas. Caminaba por una calle muy poco iluminada. En un momento dado el cura oyó los pasos de alguien que lo seguía. Oyó una voz que lo llamaba, y vio a dos muchachos que le dijeron que una mujer en agonía deseaba confesarse. El padre subió a la carreta de los jóvenes y que se dirigió a la casa de la moribunda. Tocaron a la puerta, una señora con una vela en la mano y vestida con ropa vieja, les abrió la puerta y condujo al sacerdote, en medio de un insoportable hedor, a un aposento donde se encontraba la mujer acostada en la cama, vestida con un traje de terciopelo negro bordado y tocada con una hermosa diadema de brillantes. Era una mujer bella, rubia, muy blanca, y convulsionada por los sollozos. La mujer empezó su confesión salpicada con el llanto de sus ojos y de los del cura, tan terrible era. Al término, la mujer recibió la absolución, el padre se despidió, le dio un beso en la frente y se dio cuenta de que ya estaba muerta. Quiso avisar a la señora que le había abierto la puerta, no la encontró y salió de la casa para buscar a los jóvenes que le habían llevado en su carreta; pero tampoco los encontró. Quiso regresar a la casa, pero la puerta se cerró y ya no pudo abrirla. Un terrible y espeluznante grito salió de la casa. El sacerdote, empavorecido, se dirigió al lugar de la reunión caminando muy aprisa por el miedo.

Cuando llegó con sus amigos, se dio cuenta que le faltaba el rosario y un pañuelo blanco. Puso al tanto a sus amigos quienes le dijeron que no se preocupara que después irían unos mozos a buscar sus cosas. Tranquilizado, el padre Aparicio se dispuso a saborear unas ricas botanas. Los mozos se encaminaron a la casa para buscar el rosario y el pañuelo. Llegaron a la casa, tocaron a la puerta y nadie les abrió; regresaron a la tertulia para corroborar la dirección. El padre la confirmó y decidieron ir todos al día siguiente a buscar las cosas del clérigo.

Al otro día, llegaron a la casa de marras, tocaron insistentemente pero nadie les abrió. Un vecino, muy viejecito, al verlos tocar a la casa les dijo: -Señores, padre, en esa casa no vive nadie desde hace muchos años, está clausurada. Tiempo ha, mi esposa, intrigada y curiosa, se asomó por una ventana y vio la casa en llamas y a una mujer vestida de negro correr despavorida por el techo de un lado a otro y escuchó unos horrendos alaridos. Del susto mi mujer se murió. El padre Aparicio decidió traer a un herrero que presto abrió la puerta. Todos se introdujeron en la casa, nadie había en el cuarto donde estuviera el sacerdote. Vieron por el suelo el rosario y el pañuelo. Debajo de la cama asomábase un trozo de terciopelo negro. Los mozos escavaron en ese sitio y encontraron el cadáver amarillento de una mujer; en su cabeza lucía una diadema de brillantes y estaba vestida con un traje negro de terciopelo, sus cabellos eran rubios.Todos quedaron estupefactos. De repente, se escucharon rezos, voltearon a ver al padre y le vieron echando espuma por la boca, golpeándose contra las paredes, y riendo con una risa escalofriante: El padre Aparicio se había vuelto completamente loco.

Sonia Iglesias y Cabrera