miércoles, 26 de agosto de 2015

EL ORIGEN DEL LUTO

                                                                         


El luto se ha consolidado como la demostración más fiel de dolor por la muerte de un ser querido. Impuesto en el siglo XVI por los Reyes Católicos, el luto se erigió como una costumbre obligada en la España de nuestros antepasados. Con reglas de vestimenta, duración, tabúes y mitos, aún encontramos vestigios de esta antigua usanza, cada vez más desarraigada, en muchos pueblos del país así como en culturas más cerradas, como la del pueblo gitano.

                                                         



El de hoy, es un artículo dedicado al luto practicado antiguamente en España, con sus preceptos establecidos por la sociedad de la época y con sus particulares usos, que son hoy para nosotros, por su extravagancia, interesantes curiosidades.

Se abordará, también, la evolución que ha experimentado el concepto de la muerte, que ha estado aderezado con, prácticamente, todas las creencias imperantes de cada época, así como las vestimentas y los períodos tradicionales de luto.

Uno de los aspectos más desconocidos del luto es que su origen obedece a un conjunto de leyes y reglamentos dispuestos por los Reyes Católicos.
En el siglo XVI, a raíz de la muerte del príncipe Juan, en 1497, y debido a una serie de sucesos funestos acaecidos en la corte, los Reyes Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla ordenaron la Pragmática de Luto y Cera, por la cual, el luto debía representarse con el color negro.
  
                                                      


Anteriormente, el luto era blanco, es decir, se vestía de blanco, y fue a partir de esta pragmática cuando se prescribió que la manifestación de dolor y pena por la muerte de un ser querido debía hacerse con el negro. En esta Ley también se prohibía la presencia de plañideras en los velatorios y cortejos fúnebres, así como los gritos y escandalosos llantos de dolor, propios de las mujeres (que merecen un apartado en este artículo). Se pretendía, así, que la muerte se oficiara con una ceremonia luctuosa y recatada.

Parece ser que esta era la finalidad de la pragmática, pero hay mandatos contemplados en esta ley que propasan su razonamiento y que hoy no se entienden. Así, por ejemplo, se prohibió el afeitarse la barba a los habitantes de la corte burgalesa, siendo sancionados con quince días de cárcel a los barberos quebrantadores. Sacrificios del aspecto personal de esta índole veremos más adelante.

.El porqué del color negro como exteriorización de lo trágico debe su explicación a que el negro es el color de la noche, de la oscuridad, del misterio, de lo tétrico. La muerte ha evocado siempre miedo, y ese miedo se expresa con el negro, según argumenta Enrique Casas (1947) en su libro Costumbres españolas de nacimiento, casamiento y muerte. Con el luto se condenaba a los parientes y amigos del finado al estado de tristeza, de retraimiento, pero también a la parquedad en adornos, a la vida piadosa, a la reclusión y a la soledad; porque el luto no sólo consistía en llevar vestimenta negra, sino además en una serie de actitudes y prácticas dirigidas a vivir sumido en la tristeza, tanto individual como del entorno más próximo.

Durante el primer año de luto, la mujer viuda lo pasaba recluida en una habitación tapizada de negro, en la que no penetraba el sol. Al pasar ese año, pasaba a morar en una habitación de tonos claros pero desprovista de decoración tanto en paredes como en mesas. Se alejaba de todo lo superfluo y de lo lujoso. La misma actitud adoptaba la señora viuda con su vestimenta y su vida social. La mujer enlutada del siglo XVII llevaba un traje capaz de imponer miedo a los más valientes, según cuenta Enrique Casas, “negra toca, negro vestido, negra la batista que caía más abajo de las rodillas, negra la muselina que circundaba el rostro y le cubría la garganta, ocultando la cabellera; negro el manto de tafetán que hasta los pies le tapaba; negro el sombrero de anchas alas, sujeto a la barbilla con cintas de seda negras”,nos relata el mismo autor.

Era tan sumamente severo el luto en España que hubo que reprobarlo en el Concilio de Toledo; y en 1729, Felipe V definió una nueva pragmática de lutos cuyas medidas más sobresalientes, para hacerse una idea de cómo se ejercía el luto en aquella época, fueron estas:

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1) Se limita el luto a seis meses y a los consanguíneos del fallecido.

2) Se definen que los tejidos con los que debían estar confeccionados los trajes de luto de la nobleza por la muerte de un vasallo. Estos tejidos eran el paño, la bayeta o la lanilla de color negro.

3) Se prohíbe que las iglesias decoraran sus paredes, bancos y ataúdes con sedas de colores durante los funerales por considerarlos frívolos y desacordes con un acto tan triste.

4) Se restringe el uso del color negro en el interior de las viviendas, permitiendo sólo el uso de alfombras y cortinas de luto en el aposento principal de la casa.

5) Se veda el carruaje negro de luto que usaban los señores.

6) Se establece el uso de libreas de luto para los criados, fabricadas en paño de color negro y no de seda, por ser un tejido fastuoso.