lunes, 19 de octubre de 2015

Flores para mi tumba - Leyenda


Cuentan que en muchas ocasiones, allí en el pequeño cementerio de Alta Gracia, Pcia de Córdoba, sobre la tumba de Lorena Mariani, aparecen hermosos ramilletes de flores silvestres, fragantes y coloridos, sujetos con una cinta violeta.
Lorena lleva más de 15 años fallecida en un accidente de tránsito a la edad de 21 años. 
Lo inquietante, es que hace una década la familia de esta desafortunada joven, está viviendo en Madrid, porque su padre médico, obtuvo un buen contrato laboral en la especialidad de Bioética. 
Una o dos veces al mes, la lápida de mármol blanco se engalana con estos bellos ramilletes, sin que persona alguna o el encargado del cementerio, pudieran dar fe, sobre la procedencia de las mismas. Por tal razón, el anciano sepulturero, luego de hablar con el Director del cementerio, decidió pasar noches en vigilia en el campo santo, con tal de develar el misterio. 
Hubieron pasado 6 días de convivencia con los muertos, hasta que, a punto de  abandonar su escabrosa misión, pudo entre el espanto y la angustia, notar ciertos movimientos extraños en la mencionada tumba. 
La noche era muy clara. La luna llena modelaba artesanalmente las sombras y los contrastes entre las cruces, los ángeles, las ramas de los arbustos florecidos y el escaso brillo de los jarrones de hojalata. 
Sudando de miedo, silente y agazapado, permaneció a 20 metros observando detrás de una estatuilla alegórica, a pocos minutos de la media noche. 
Vio una figura difusa salir traspasando la lápida, algo transparente, clara, con suaves movimientos. Dedujo que se trataba de la misma Lorena y continuó presenciando con asombro lo sucedido.
La mismísima muerta, era quien juntaba y armaba los sutiles ramilletes de flores. Y las cintas lilas, las creaba con las clásicas bandas que identificaban las coronas de fosas recientes y cercanas. 
Ella decoraba su última morada. Ella, minuciosamente se regalaba una dosis de vida y fragancias. Posiblemente, en memoria de antiguos sueños de princesa, que ganara alguna vez, en un concurso de belleza, poco antes de morir. 
Oh tristeza y soledad la de los muertos! A partir de aquel instante, Efraín Suárez, aún sepulturero y fuente directa de esta historia, ha decidido ser él quien pusiera las dulces flores sobre su tumba. Desde entonces Lorena, la bella niña de los cerros, ya no tiene que preocuparse por lucir más flores. Calas, lirios, azucenas y cintas de muchos colores para ella. Solo para ella y mientras esta historia sea conocida y algún otro, cuando sea necesario, retome la posta. 
Recordemos, hay sueños que nos acompañan mucho más allá de la tumba...El olvido provoca hechos muy, muy extraños. 


Rita Mercedes Chio
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